Allí estaba ella, encima de él, y acababa de confesarle su secreto más íntimo, aquello que en verdad la convertía en una lúnatica.
¿Cómo era posible que, a pesar de todo, siguiera teniendo tantas ganas de besarlo?
El corazón le latía a una velocidad imposible.Más tarde lo comprendió: estaba sintiendo su propio corazón y el de él, que parecían competir en una carrera.Una especie de conversación desesperada que no eran capaces de mantener con palabras.
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